“Las empresas deben tener un componente de ‘alma’ para que todos alienten el proyecto”
Ignacio Alberola es un hombre tranquilo, lineal, que nunca pone una palabra por encima de la otra, y que casi siempre que puede sonríe, y que intenta transmitir los valores de una marca, La Española. Y sí, La Española es una marca de aceitunas, nacida en Alcoy, en 1941, pero detrás hay todo un proyecto empresarial y, sobre todo, familiar. Ignacio desgrana los valores de la firma. Pero la empresa no son solo aceitunas; es una marca, con un jingle (re)conocido -“una aceituna como ninguna”-; son otros verticales del negocio, surgidos de la matriz, y es una familia, un bisuabuelo, un abuelo, un padre (Alfredo) y cuatro hijos (Ignacio, Sergio, Fernando y Jorge), a los que no para de mencionar en su aloción. ¿Cuál es el éxito de este proyecto? “Las empresas deben tener un componente de alma para que todos alienten ese proyecto”, resume. “El orgullo de pertenencia“, añade.
Estas son algunas de las claves que ha ofrecido Ignacio Alberola a los miembros de El Círculo de Directivos de Alicante, dentro de las charlas del Almuerzo Directivo, que reúne a destacados líderes empresariales tanto de la provincia de Alicante como de otros puntos. El presidente de la compañía alcoyana diseña con palabras cuál es la estructura de La Española, a preguntas de la presidenta del Círculo, Eva Toledo, a través de una intensa conversación.
¿Cómo nace La Española? Ignacio comienza por aquí. “Es una empresa que nace en 1941 fruto de la innovación en una sociedad como la alcoyana, marcada por la industrialización del papel, el textil y la metalurgia”. Nace en una sociedad en la que todo es una máquina”, detalla. El negocio parte de su bisabuelo, que necesita dar respuesta de inversión a un puesto del mercado de Alcoy que quiere vender aceitunas rellenas de anchoa. “El bisabuelo y el abuelo hacen los números y ven que es posible generar volumen con este producto, que tiene recorrido”. Además, añade Ignacio, dentro de este binomio, que es el bisabuelo y el abuelo, el abuelo tiene una agencia de publicidad y le da un enfoque comercial al producto.
Una vez ideado el producto, lo primero que hace la primera generación del negocio, la dupla bisabuelo-abuelo, es hacer el acopio de materias primas, esboza Ignacio. Acuerdos con los pescadores de Bermeo para asegurar las anchoas, y acuerdos con agricultores de Sevilla para disponer de la variedad Manzanilla de la aceituna. Durante los primeros 25 años, el producto se ensambla en Alcoy, a mano, y con la participación de casi 400 personas después de superar con éxito procesos como la fermentación de la propia aceituna.
Llega la segunda etapa, muy ligada a la entrada de los televisores en los hogares españoles y la popularización de la radio, que venía de antes. Se hacen las primeras campañas de publicidad musical. “Su éxito es que le dan un enfoque comercial a un producto exquisito como es una aceituna con una anchoa dentro”, indica Ignacio.
Paralelamente, comienza la industrialización del proceso de elaboración con la introducción de las primeras máquinas semiautomáticas, con el impulso de Alfredo Alberola, padre de Ignacio, Sergio, Fernando y Jorge. Estas primeras máquinas se usan para deshuesar las aceitunas y son construidas por la propia industria auxiliar de Alcoy, “con mucha experiencia en otros sectores”, como apunta Ignacio. En principio, el objetivo de la generación anterior “era controlar todo el proceso y no dejar espacio a los competidores, además de mejorar la calidad y la productividad”.
Sin embargo, esa visión cambia con la entrada de la tercera generación en los años 90, lo que dará como resultado otra línea de negocio: las máquinas de selección del producto. La familia Alberola se adentra del campo de la visión artificial y crea un spin-off con la Escuela Politécnica de Alcoy, que desemboca en la gestación de Multiscan, una empresa de scáneres que ayudan a seleccionar las aceitunas por el color o el tamaño. Multiscan permite a La Española convertirse, a diferencia de la generación anterior, en proveedor de máquinas para otras empresas del sector. “El objetivo de la nueva sociedad era sumar tecnología y que tuviera independencia económica”.
A juicio de Ignacio, el éxito de estos 81 años ha sido “el hecho de siempre mantener el foco en el mismo producto; incorporar tecnología y creérselo“. A ello, se suma, que el producto no ha cambiado y, por lo tanto, se ha mantenido la política de comunicación y marketing. “El jingle siempre da juego y, por lo tanto, sólo hay que aplicar una política de goteo para recordar de vez en cuando”, ensalza. “Tener un producto que hable por sí solo todos los días y con calidad: eso es lo difícil”, sentencia.
Sostenibilidad
Otras de las verticales de La Española es la sostenibilidad: hay que dar salida a los restos de los 30.000 toneladas al año de la aceituna que produce la empresa. De aquí ha salido el negocio de la biomasa para generar energía y lo que en un futuro se pueda generar con las hojas (del olivo) y las salmueras (con el que tienen un proyecto con Biothas) que se generan con la fermentación. “Estos subproductos se pueden valorizar y, por lo tanto, aprovechar todo”, afirma.
La gestión del talento humano
En este recorrido de 80 años, que Ignacio resumió en apenas 30 minutos, el directivo considera que el gran reto, y parte del éxito, es la gestión del talento humano: la implicación de la gente. “El directivo debe ser creíble; inspirar, saber ilusionar, tener estrategia”. Y en cuanto tiene esto, “identificar el talento de cada persona y sacar el mejor potencial de cada uno”, explica.
Y también hacer territorio. “Somos una empresa que hace y defiende territorio”. Y aquí es cuando Alberola defiende el orgullo de pertenencia, el componente de alma que debe tener cualquier mercantil, y valorar la implicación humana en el proyecto común, incluso por encima de los lazos familiares. “Primero la empresa, después la familia“, resume. Y sobre el producto, Ignacio Alberola considera que siempre es mejor consolidar el valor que apostar por el volumen. En la actualidad La Española está presente en 30 países y tiene 150 empleados en sus fábricas de Alcoy y Sevilla.
Texto de Miquel González, Alicante Plaza